Arte y Pintura. página 6D/EL NORTE/ viernes 20 julio de 1984
Por Mario Herrera.
Una caja de madera (170 cms de largo x 80 cms de ancho) en la que se han acumulado, sobre armazón fija, cosas heterogéneas desechadas por inútiles y obsoletas” cartón acanalado, un bastidor de un cuadro, lona, un tronco de árbol, una placa metálica con números, una barra de luz mercurial, gran cantidad de alambre, una rueda de alambrón, etc.
Los cartones, la lona y el tronco presentan huellas de combustión intensa. Aquí y allá manchones de pigmento negro alternando con otros pigmentos rojizos. Un recubrimiento parcial, oleaginoso, todavía fresco, pegajoso al tacto y de un olor penetrante a hidrocarburos y a breas.
fotografía Derechos reservados © JC Merla Una obra de Juan Carlos Merla (VIII Resumen de la Plástica Nuevoleonesa. Casa de la Cultura) hecha no nada más para ser visto, sino tocada, olida, gustada. Pero además una obra coherente, recia, agresiva y austera presidida por un sentido de unidad orgánica y plástica.
El objeto residual o de desecho que no ha sido rescatado del basurero para ser elevado al rango de obra de arte se abre al intelecto y a la sensibilidad del espectador en una dimensión que le es específica: la historicidad, esto es, el tiempo en acto de transcurrir.
El objeto residual nos está gritando: “yo he sido fabricado, he tenido un precio, he sido comprado, usado, desechado, arrojado al basurero, olvidado…”
“…Posteriormente fui rescatado, manipulado, convertido en arte, reincorporado al torrente de la vida útil y activa, reinstalado en el mundo y transformado en mensaje. Morí como objeto y resucité como verbo y en el futuro seguiré siendo verbo…”
Aquí es donde detecto el aspecto más interesante de la obra de Merla: su rara capacidad para revelar la riqueza de la historicidad del objeto residual obligándolo a desplegarse en el tiempo vivo. ¿a cuál de las dimensiones del tiempo se incorpora este objeto? ¿es pasado? ¿es presente? ¿es porvenir?
En ella aparecen exclusivamente objetos industriales, producto de la tecnología contemporánea llevados a un grado de constitución extrema: son desechos típicos de la sociedad de consumo reducidos a su extremo límite de obsolencia.
El mensaje de esta obra es, por lo tanto, la temporalidad del objeto proyectada haca el pasado, o lo que es lo mismo, su fenecimiento y su retorno a la nada por la obra del acto de consumo.
Este retorno a la nada del objeto útil involucra todo un drama muy típico del hombre de la sociedad de consumo. En efecto, el hombre de hoy ha identificado su existencia misma y su destino personal con las cosas producidas por la tecnología industrial y destinadas al consumo.
La tecnología ocupa hoy día el sitio que antaño ocupara la naturaleza y el hombre de hoy ha creado mitos tecnológicos de la misma manera que el hombre primitivo los creo en torno del as fuerzas naturales.
Aquí está la clave del sentido existencial del hombre de hoy fincado en las potencias mágicas de ese nuevo fetiche llamado producto tecnológico. Ahí también la clave de su necesidad compulsiva de integrarse al proceso educativo y constitutivo y de realizarse a sí mismo, míticamente, en el contexto de ese proceso cíclico.
Al mostrarnos el objeto útil convertido en mero desecho, Juan Carlos Merla nos lleva de la mano a la secreta agonía que subyace en el alama del hombre de hoy, identificado con sus propios fetiches y condenado, como por obra de un paradójico y grotesco sortilegio, a consumirnos , a comerlos, a destruirlos, a reducirlos a nada.
Porque el infierno del hombre de hoy no es ya la vieja “Gehenna” lugar de torturas transmundanas de la cual hablaron los profetas del antiguo testamento, sino un infierno tecnológico ubicado en nuestro mundo y dentro del cual caben con perfecta coherencia histórica y lógica el Apocalipsis nuclear, el agotamiento paulatino de los recursos naturales y el desquiciamiento de la ecología por obra de una tecnología manejada en forma irracional e inhumana.
Merla trata sus materiales a través de una especie de monocromía neutra (manchándolos, barnizándolos,etc.) buscando algo asó como ese denominador común de la temporalidad que los lleva al pasado, a la vejez, a los bordes mismos de la nada en donde quedan relegadas las cosas usadas, olvidadas.
Porque para él las texturas son solo instrumentos de potencialidades más trascendentes: las de la temporalidad del objeto, las cuales una vez destiladas los transmutan en reliquia de valor mágico.