Arte, cultura y sociedad.
El Porvenir.
Lunes 7 de Marzo 1988, 4-C
Xavier Moyssén
Sin termo a errar podríamos decir que a la galería Matisse se le puede calificar )con sus múltiples antecedentes) por sus rápidas e inesperadas apariciones y sus igualmente inexplicables ausencias (más allá del tamaño del local, la falta de obra y artistas, problemas personales, etc) Entre unas y otras cuenta ya con una historia que le permite tener cierta presencia en la ciudad; además, en las veces que se mantiene, ha logrado presentar algunas exposiciones que resultaron relevantes ,cito de memoria: en la antigua Galería Colección la de Oscar Estrada (si no me equivoco fue su primera individual); en su versión como Matisse, la de cerámica de Lorenzo Fernández, una más de Alberto Cavazos y de su caballito de batalla, José Luis Cuevas.
Nos encontramos ahora con uno de esos casos, me refiero a la exposición que bajo el encabezado de “el arte de nuevo león” fue inaugurada el pasado día 25 de febrero en su nuevo local (que entre otras cosas, se trata de un buen espacio, agradable y bien condicionado) siendo esta la segunda de las muestras que presenta en una nueva etapa que ojala resulte más longeva y activa que las anteriores. Esta exposición reúne la obra de trece de nuestros productores locales, que textualmente, se abre al público “como reconocimiento a la labor realizada durante años(?) por artistas nuevoleoneses (por lo que) Galería Matisse tiene el honor de presentar su más reciente obra”
El lector habrá de disculpar si recurro a las comparaciones , pero esta muestra resulta ser la contraparte de lo que hablaba al abordar el XI Resumen de la Plástica Nuevoleonesa; en su conjunto resulta más completa y coherente que aquella y si el Resumen había de verlo por los casos individuales, lo mismo sucede con ésta, pero por el conjunto, ya que aquí importa tanto lo bueno como lo malo que está expuesto, siendo esta polaridad lo que le da valor y de la que se puede aprender y tener una visión del “arte de Nuevo León” y no sólo de lo que se destaca por su propio valor.
Esta observación merece algunas explicaciones. En primer lugar habría de cuestionar la validez de la finalidad por la cual se lleva a cabo la exposición o se trata de una muestra del “arte de Nuevo León” por l oque entonces quizá se debería haber incluido a un número mayor de productores (¿posiblemente otros géneros y manifestaciones que en la ciudad se practica?) o bien de un reconocimiento a los años de trabajo de cierto autores (¿cuáles?) por lo que la presencia de algunos de ellos está plenamente justificada (Don Manuel de la Garza, Xavier Meléndez, Raúl de la Rosa) mientras que otras suscitan de inmediato la duda (Gloria Correa) Por otra parte, no es claro por qué unos participan con más obra que otro (Juan Carlos Merla y Xavier Meléndez tiene una sola pieza). Finalmente, debería de ser obvia la evidencia que hace posible la reunión de estos trece artistas , el lazo común que los ata a todos. (Por supuesto que no toco lo referente al criterio de selección, éste, lo he dicho muchas otras veces, es individual, depende de cada persona o institución que se dé a la tarea de organizar una exposición colectiva de acuerdo a sus propias consideraciones es muy libre de escoger a quien mejor le parezca)
Ahora bien, a pesar de estas limitaciones- sobre las que volveré en un momento- esta exposición, casi sin quererlo o sin mayor previsión , deviene en ejemplo de una buena parte de lo que nuestros productores llevan a cabo, por la simple y sencilla razón de que son las obras y sus autores los que le dan valor y la organización bajo la cual se presentan. En esto se parece a lo que apuntaba Alberto Luna respecto al resume de la Plástica: las exposiciones son tan buena o malas como lo quieran sus participantes, sólo que aquí la combinación y al delegación de responsabilidades sí resultó, muy posiblemente por la falta de pretensiones intencionales o premeditadas. Pero esto no es suficiente, ya he dicho que no pasa de ser una excusa; la verdad es que hasta el momento sólo una parte del binomio exposición es la que ha funcionado, o sea, el que se expone, y de lo que se trata es de funcionen como una autentica mancuerna de la que el artista aporta lo mejor de su trabajo y el galerista- que además de ser un o de los vehículos comerciales por lo cuales se puede intercambiar la obra, es también un promotor en el sentido amplio- que deber ir más allá de preveer un espacio de exhibición, invitaciones y cocktail de inauguración.

Los cuestionamientos que más arriba expuse tienen por objeto explorar cuáles podrían ser esas otras funciones que el promotor debería cumplir al momento de darse a la tarea de organizar una muestra. Me parece que por tradición )lo que quiere decir que por años se ha dicho así) nos hemos casado con una sola idea de lo que es una exposición y su apertura al público. Recuerdo cómo me sorprendió enterarme de que en algunas ciudades europeas, al margen de las grandes y más reconocidas galerías, el productor que desea mostrar su trabajo al público recurre a la renta de un loca, si hay invitaciones , aperture sociale y además rito con que acompañamos nuestras exposiciones dependerá de las posibilidades e intenciones del que expone, así como del tiempo que disponga de recibir y atender los visitantes y sus posibles compradores. Hablo de que existen otros modelos, otras posibilidades- quizá ésta sea el extremo contrario – de cumplir con la función de presentar públicamente la obra de arte. Lo ideal sería que existiera una verdadera compenetración y compromiso entre las dos partes, que el galerista supiera precisamente qué es lo que presenta, por qué lo hace, cómo justifica a sus invitados y principalmente qué pretende al llevar hasta su espacio estas obras en particular, qué es lo que le ofrece a la comunidad en general. Mis preguntas concretas para esta exposición serían ¿en verdad buscaban presentar, a través de estos trabajos y artistas, al arte que se practicaba en Nuevo León? Y cualquiera que se ala respuesta ¿por qué lo hicieron de este modo. Si existían respuestas concretas y bien planeadas desde el momento mismo en que se realizaron las invitaciones a participar sean bienvenida la exposición e iniciemos otro diálogo, si no es así entonces queda aún un largo camino por recorrer.
Tratando de hacer a un lado estas observaciones, he apuntado anteriormente que la muestra que nos ocupa presenta congruencia e incluso puede ser un ejemplo de lo que hacen nuestros productores. Me refiero fundamentalmente a que no hay ninguna sorpresa, ni están los que buscan aportaciones innovadoras y/o pretendidamente “vanguardistas” ni los que en verdad están explorando otras áreas, ni los principiantes que desean a toda cosa ganarse un lugar o los ingenuos diletantes que son los primero en reprenderse al ser invitados a exponer. Buenos y malos estos trece artistas representan el amplio espectro de este quehacer en la ciudad, de los refinado y exacto a lo burdo y torpe, de los “tradicional” a lo contemporáneo, de la ignorancia a la falta de habilidad a lo maduro y meditado.
Hacia su interior la exposición presenta líneas subterráneas por las cuales es posible seguirla. Por ejemplo, en una época en que parece mantenerse el privilegio de lo que se ha dado en llamar la “estíptica de lo feo” (que en realidad en muchos casos- más de lo que quisiéramos admitir- es únicamente un pretexto para ocultar una falta de talento y capacidad) o más pomposamente la “transvanguardia” , da gusto encontrarse con los casos contrarios, o sea en los que rige el deseo de lograr la “buena cocina”, el trazo exacto, preciso, definitorio, la técnica aplicada en su más pura y limpia naturaleza, en su servicio a ideas concretas ,a expresiones acabadas , en síntesis, el realizar trabajos “bien hechos” en su más amplio sentido, tal y como sería el caso de los dibujos al carbón de Damian de la Rosa, la escultura de Xavier Meléndez o las acuarelas de Antonio López Oliver.
Pero la producción artística no puede ni debe terminar ahí, en su eterna dinámica permite trasgredir los límites, incitar a otros usos, otras maneras de hacer y concebir, esto es, contiene una amplia zona en la que sin negar lo anterior o decir que no está presente en los otros trabajos, de cabida a una mayor actuación de la “personalidad” del autor, cito a las acuarelas de Don Manuel de la Garza, la obra gráfica de Xossé de Sade )en especial a “Adiós caballito tang” por la técnica de impresión empleada) o las esculturas de Raúl de la Rosa.
Entre los dos ejemplos que he dado se encuentran los trabajo que bien podría ser tomados como los que encabezan una buena proporción de lo que se hace en la ciudad. Por una parte las telas de Fernando Flores Sánchez, bien acabadas, sin dejar lugar a dudas obre la capacidad de su autor, pero con derivaciones evidentes que no han podido ser superadas e incomprensibles en cuanto se salen del propio esquema del que parten (¿qué sentido o qué se busca qué le de la obra el agregar un pequeño collage al “fotógrafo”?) En verdad que no entiendo por qué se dan estos virajes o estos intentos de :revolución”. Este punto nos lleva a la otra parte, el trabajo de Leopoldo Lomelí, el cual obviamente es un intento por renovar o adaptar un estilo identificado como personal – lo geométrico- a nuevos campos. Me da la impresión de ser una búsqueda similar a la que pretende llegar Manuel Felguérez, o sea, a combinar lo geométrico con elementos “informales” o de mayor “espontaneidad”, sólo que sin éste el propósito aún no cuaja y no logra salir del ILEGIBLE nueva, en Lomelí se detiene más atrás. Es ILEGIBLE pero también es cierto que los caminos no son claros por el momento y es necesario un mayor esfuerzo, un gasto que no todos pueden hace ro darse el lujo de llevar a cabo.
Finalmente, todo confluyente en la obra que considero más importante entre todo lo expuesto. En seguida se verá por qué. He descrio dos pares distintos de características, al primero , para no complicarnos , llamémosle “simple” , al otro, “complejo”. En el “simple” se agrupan los rasgos de la buena y exacta factura, como algo intencionalmente buscado, y el área que sin despreciar la “cocina” de la obra, se inclina por mejor manifestar la “personalidad” de su autor. En lo “complejo” estarían las derivaciones insuficientes asimiladas e insuperadas por l oque las variaciones o modificaciones dentrote un estilo o “modo” de hacer resultan de inmediato incompresibles, y las simientes- sin germinar- de una evolución o transformación que a pesar de ser “sentida” su necesidad, no logra definirse.
EL trabajo “sin título” de Juan Carlos Merla reúne todo lo anterior y aun más. Por lo que hace a los “simple”, sólo aquellos que no estén compenetrados por el espíritu de la pintura contemporánea podrán dudar de la buena manufactura que tiene esta pieza, aspecto que fácilmente podemos comprobar por el cambio de superficie que se da a la mitad e la obra(la una está pintada sobre tela, la otra sobre una superficie rígida) esto no quiere decir otra cosa más que se busca un efecto determinado y para lograrlo se sabe0y bien0 cuales son los recursos que deben de ser puestos en práctica para lograrlo )se sabe, se conoce, se ha pensado en lo que se está haciendo e igualmente en el cómo hacerlo) Las áreas )las bandas verticales_ en que la apariencia apunta a una cierta inhabilidad- que fácilmente s traduce en un informalísmo como tendencia- ,corresponden, precisamente, al campo en que está presente, más allá de la técnica y el mismo quehacer, la “personalidad” del artista, son los acentos que reafirman la autoría o manejo personal de los instrumentos o medios de que se dispone, son las rupturas o violaciones que hacen ser al trabajo algo más que un buen –excelente- ejemplo del “bien hacer”
Lo “complejo” también está presente en esta obra. Creo que ella proviene , deriva concretamente, de los trabajos recientes de Brice Marden, que a su vez abrevan de dos fuentes, la recuperación del purismo vía el minimalismo y la puesta la día de una cada vez más vapuleado “arte abstracto”. Pero en Merla la derivación es tan solo el background conoce su origen pero lo ha incorporado a su propio quehacer, sabe de dónde viene pero para estudiarlo, no lo niega pero tampoco lo imita, las bandas verticales de Merla no son las de Marden y sin embargo son similares ,apuntan en la misma dirección , mas no son lo mismo y tan no lo son que en Merla estas se transforman en una excusa para hablar de la obra en sí y no de la forma o el color. Ese hablar en sí del trabajo presentado es el complemento del par “complejo”. De un tiempo acá las obras de Juan Carlos Merla vienen haciendo referencia a sí mismas como objetos, tal es la razón del por qué aparecen sobre la “cara anversa” de sus telas o bastidores las medidas, los títulos y la cada vez mayor firma o nombre del artista. Pero sucede que en este proceso –que es de sumo interés- el productor va perdiendo- o transformando- el objetivo inicial, el recursos es tan valioso que deja de ser un medio para convertir en un fin, se vuelve parte de la “decoración” de la obra (compárense, por ejemplo, esta pieza con la presentada en el XI Resumen de la Plástica Nuevoleonesa) Se perdió en “originalidad” pero se ganó en elementos para conformar un algo distinto, es un paso, una fase más dentro de su propio estilo, que seguramente –y así lo esperamos- llevará a otra etapa; el problema está en no dejarse entrampar por la efectividad de los recursos, ni en su explotación inmisericorde.
Esta clase de obras, la de Juan Carlos Merla, son, por último, las más valiosas porque concentran con puntualidad y pulcritud el espíritu de su tiempo, el pulso de la época y lo distintivo del momento en que son creadas, son el mejor ejemplo de lo que podemos hacer – y hacemos- y de nuestras aspiraciones.